14 mar 2010

Los hombres de mi vida

Pablo fue el primer hombre de mi vida, teniendo en cuenta el significado que eso tiene a los once años. Pero yo lo cuento igual porque me duró hasta los quince, y porque era mi amigo. A Pablo le conocía desde siempre, y le veía en verano cuando las vacaciones eran tan maravillosas que duraban tres meses. Sus padres eran amigos de los padres de mi amiga y estábamos todo el día juntos. Tenía el pelo negro, rizado y era un poco más bajito que yo. Pablo estuvo en mi cabeza de los once a los quince años, y el curso se hacía eterno hasta llegar el verano. Nos poníamos al lado en la playa, nos bañábamos juntos, él salía a su ventana y yo a mi balcón para saludarnos, dábamos paseos en bici y compraba siempre las pipas que me gustaban a mí para compartirlas conmigo. Éramos pequeños, pero con él decidí que nunca me volvería a gustar mi mejor amigo porque no quería perder a ningún otro.

Después vino Adrián, y este sí que fue de verdad. A Adrián le quise de una forma que hasta dolía. Llamó mi atención su altura, siempre destacaba por encima de los demás, su forma de caminar, la tranquilidad que desprendía. Me enamoré de su sonrisa, de la forma en que me miraba, de sus manos enlazadas en las mías, de las ganas de levantarme cada mañana para verle, de su voz, de su aspecto macarra cuando era todo lo contrario, de la forma en que hacía temblar mi cuerpo, de sus abrazos, de sus labios, de su atención. Le quise mucho más tiempo del que estuvo porque para mí era imposible no quererle. Con él decidí que no quería volver a enamorarme de esa manera nunca más.

Y por último llegó Carlos. Carlos era magia. En muchas cosas era como yo, y además era la persona más buena que había conocido en mi vida. Llegó de una forma que nunca me habría imaginado, y aunque fuera raro, lo natural para mí era quererle. Era como si ya le quisiera antes de que apareciera y cambió todo lo que yo pensaba hasta ese momento. Cuando llegó ya me tenía ganada. Carlos me hacía feliz cada vez que aparecía, y cuando no estaba me hacía morirme de miedo. Llegó con agobios y miedos, y de él me encantaba su ternura, las ganas que tenía siempre de sacarme una sonrisa, todo lo que decía, las veces que se olvidaba de todo y quería besarme, sus caricias, lo especial que me hacía sentir. Él hizo que yo tuviera ganas otra vez de luchar por alguien, de hacer que fuera posible lo que para él era casi imposible, pero mis ganas no fueron suficiente y él se quedó para siempre aquella caja con un beso que era para mí. Con él aprendí que por mucho que me proteja hay algunas personas que pueden saltarse todas tus barreras y hacer que lo inevitable sea que les quieras.

3 comentarios:

Virginia Vadillo dijo...

Jaja, me ha gustado mucho, me siento identificada! ;)
Te queda lo mejor: el hombre con el que lo inevitable sea que no lo quieras! ;)
Hacía tiempo que no pasaba por aquí,me encanta el lavado de cara. Me gusta mucho más así, más alegre!
Un beso!

recoba23 dijo...

Enhorabuena por tu interesante sitio. Siempre esta bien tener un rinconcito donde poder sincerarse, desde luego. Y mejor aun que te lo reconozca la gente. Procurare seguir su evolución, que supongo que ira bastante ligado a la tuya. Bye!

AMADO MIO dijo...

Me apetece seguir un blog en que uno puede soñar con haber sido uno de los "hombres de mi vida" de algunas mujeres así, poliandrias y poligamias enriquecedoras hacia la monogamia soñada.
Enhorabuena por el blog
AMADO