14 feb 2009

Vuelve

"Los países enfermaron de guerra y comenzaron a vomitar sangre", y tú estabas en medio de todo eso. Y a mi, lo único que me preocupaba, era que tú estuvieses bien.
Yo llevaba días pegada a la pantalla de la televisión viendo los últimos acontecimientos a través de tu cámara. Y sufriendo porque cada vez iba todo peor. Maldije mil veces el día en que un amigo común me había comunicado tu último destino. Estaba mucho más tranquila pensando que todas esas horribles imágenes las había grabado otro, y que tu estabas en tu casa, descansando, fuera de peligro.
Hacía demasiado tiempo que no teníamos ningún tipo de relación. Me acuerdo perfectamente del día que te pedí que salieras de mi vida, que no te iba a permitir que me hicieras daño ni una vez más. Pero probablemente ahora era la persona que más se preocupaba por tu vida.
Eras reportero de guerra, tu gran sueño, pero también mi mayor pesadilla. Nunca me planteé ni intentar cortarte las alas. Tú te merecías conseguir cualquier cosa que quisieras. Pero siempre deseé que no lo consiguieras. Tú eras demasiado valiente. Sabía que siempre serías el que más arriesgaría, el que tardaría más en ponerse a salvo, el que se acercaría más al peligro.
Esa noche había soñado que me despertaba a tu lado, y que te cuidaba y protegía. Que te tapaba los oídos cada vez que se producía un estruendo cerca para que no recordaras las bombas, ni nada de lo que habías vivido. Por eso ese día estaba más sensible, porque aunque ya no te quería, y aunque bajo ningún concepto habría querido volver contigo, deseaba que nada malo hubiera pasado entre nosotros y que hubiéramos vivido unas vidas totalmente distintas. Por eso, en el momento en que vi tu cámara rodar por el suelo para luego quedarse sin imagen, una sensación horrible de angustia me recorrió todo el cuerpo, y el pensamiento de que todo podía ir mal me impedía respirar. Habías desafiado demasiadas veces a la muerte, y esta vez estaba casi segura de que no ibas a salir airoso. Me quedé inmóvil, con la vista fija en los puntos negros y blancos de la pantalla de la televisión esperando escuchar una noticia esperanzadora. Pero nadie dijo nada, no se sabía qué había sido de ti, no podían conectar contigo. Tu nombre no fue noticia hasta unas horas más tarde. Saliste en todos los informativos. Estabas muy guapo en la foto que sacaron, y sonriente, y agarrado a tu inseparable cámara. La misma que te había acompañado hasta el día de tu muerte.

6 comentarios:

Spican dijo...

Hola, me gustó, al principio pensé que iba a tener un final feliz, pero el giro que tomó estuvo mejor :D

Saludos

Popi dijo...

Es curioso la de frases hechas que usa el ser humano para intentar creerse que ya no quiere a quien le roba los pensamientos. La chica desea convertirse en cámara para morir a su lado, sin duda alguna.
Sobre corresponsales, un gran libro: Territorio comanche, de Pérez Reverte.
Un saludo cuentacuentil y gracias por escribir.

Virginia Vadillo dijo...

Supongo que son muchos los que viven ese dilema de elegir entre una persona o una vida... Creo que hay profesiones como esa, corresponsal, bastante incompatibles con el resto de las vidas, y siempre dejan ese halo de tristeza a quien está de este lado de la pantalla de la tele...
Me ha gustado mucho el cuento, enhorabuena!

Miriam dijo...

Me he sentido identificada en muchas cosas, a pesar de no conocer a nadie que sea reportero de guerra. Me ha gustado mucho

Sara dijo...

Siempre me han fascinado los reporteros de guerra... aunque creo que nunca me atrevería.

Trágico final.

Sara dijo...

Yo también me he sentido identificada con tu cuento.

Será porque igual que la chica de tu historia en algún momento de mi vida, tuve que apartarme de alguien para poder seguir adelante, a pesar de que en el fondo siguiera queriéndole...

Me gusta tu estilo, un besito