30 oct 2009

A veces te extraño tanto que no me queda más remedio que volver a escribirte

-Dame cuatro motivos para continuar que de los cuatrocientos que tenía yo ya no me queda ninguno. Con cuatro me vale.
-Muy bien. Empecemos... El primero es el más obvio, pero para ti creo que es el menos importante: porque él es la persona que más has querido en tu vida. Porque desde el primer día que le viste sabías que había algo especial en él, algo que iba a gustarte. Porque te pasaste un montón de tiempo pensando cómo podrías conocerle, y cada vez te inventabas una historia más disparatada, y tus ojos no paraban de brillar todas las veces que le conociste en tu cabeza. Porque llegó el día que le conociste, y desde el primer momento no paraste de repetir que tenías razón, que él era maravilloso. Y porque a medida que le ibas conociendo le ibas queriendo cada día más.
-Ya, pero es que con quererle ya no basta.
-El segundo motivo es tu forma de ser. Te conozco desde hace mucho tiempo, y si tuviera que describirte diría que eres una persona alegre, pero estaría mintiendo porque ahora ya no lo eres. Tú nos enseñaste a todos lo que era ser feliz, lo que era tener la sonrisa tatuada en la cara constantemente, lo que era estar siempre de buen humor. Cuando estabas bien con él eras alegría andante, eras ganas de vvir. Es como si desde que estáis así estuvieras apagada, ahora parece que haces esfuerzos por estar bien. A ratos te olvidas, y eres tú otra vez, pero otras veces es como si estuvieras por estar, te ríes pero no se te ilumina la cara.
-Ya, siempre lo digo, él me hacía sentirme bien, me hacía pensar que todo estaba bien. Daba igual lo malo mientras él estuviera cerca para escucharme, para abrazarme... Este ha sido un buen motivo, él me hacía feliz. Era mi persona, era mi mejor amigo.
-¿Ya estás convencida?
-No, sigue. Que yo le necesite para estar bien no es suficiente. No puedo estar siempre detrás de él para poder ser feliz.
-Porque te encanta su voz, y te encanta escucharle. Porque si tienes que vivir sin saber que es de él te morirías de pena. Porque te encantaría que te contase sus problemas para poder ayudarle y porque te encantaría que te contase sus alegrías para poder escuchar de nuevo su risa. Porque le conoces tan bien que sabes qué mirada acompaña a cada tono de voz, o a cada expresión, o a cada carcajada. Y porque tú también tienes una sonrisa preparada para cada una de sus frases
-Pero es que no vale que yo quiera escucharle si él no quiere hablarme.
-No te preocupes que para eso tengo el cuarto motivo, y no tiene nada que ver contigo. Mi cuarto motivo es que los tres anteriores, y todos los que faltan hasta llegar a tus cuatrocientos, también se los puedes aplicar a él. Tú también eras su amiga, él también estaba contento cuando estaba contigo, a él también le gustaba escucharte, y ayudarte en tus problemas o reírse contigo, a él también le caíste bien, y le gustaba cómo eras, él también te quiso muchísimo... Tú piensas que no vas a tener nunca un amigo como él, y probablemente será así, pero lo cierto es que él tampoco va a volver a tener nunca una amiga como tú. Y por eso tienes que continuar, y él también.
-¿Y si él no piensa así? ¿Y si no quiere?
-Sí que quiere.

4 comentarios:

Sandra dijo...

Magníficos motivos por los que seguir adelante.
Realmente me he sentido identificada en algunas palabras hasta el momento de necesitar decirte que me ha encantado tu relato.

Enhorabuena.
Besos, Sandra

Pugliesino dijo...

Un buen dialogo con razones de gran peso por un lado e inquietudes igualmente válidas por el otro, y sobre todo el apoyo que esa tercera persona ejerce para darle la fuerza necesaria.
Muy buen final dejándonos la incertidumbre de su elección.

Un abrazo

Perikiyo dijo...

Si es que, a veces, basta con que una persona amiga nos abra un poquito los ojos, para que nos demos cuenta de una cosa: algo tan hermoso y grande como el amor, se puede ver eclipsado por pequeñas tonetrías.

Magnífico relato.
Saludos.

Reithor dijo...

pues vaya par, si tan claro lo tienen tanto el uno como el otro... ¿como es que tienen estos problemas de identidad? Más aún, ¿se ha metido en medio el que le está explicando todo? Seguro que el amigo es el que lo está liando todo... Cuando me vi en una de estas, así fue. Y en mi caso era el que no habla en tu muy ilustrativo diálogo.

Un abrazo