30 dic 2009

Elroy Workman

Atended: Elroy Workman es una persona fuera de lo común. No hay nada en él que a primera vista haga suponer esto, pero si le conoces bien podrás observar cómo es capaz de ver siempre más allá. Sólo él es capaz de descubrir todo lo que hay dentro de los demás. Donde tú sólo ves a una pareja en una terraza tomando un café, él es capaz de ver que lo que ahora es amor no siempre ha sido así y, si se fija bien, incluso puede explicarte con todo detalle todas las adversidades por las que esa pareja ha tenido que pasar. Podrá contarte que hasta hace poco los gestos de amor que ahora ves no podían manifestarlos en público porque el de la chaqueta marrón, el que está de espaldas, hasta hace poco paseaba con su mujer y su niña pequeña ocultando sus verdaderos sentimientos y sufriendo cada día por no poder ser feliz. También podrá decirte que David, su actual pareja y al que ahora ves sin dejar de prestarle atención, lleva tres meses con el amor de su vida y sin halarse con sus padres por estar enamorado de ese hombre.
También podrá contarte que el señor que pasea con su nieto de la mano ha sufrido un montón a lo largo de su vida. Que durante muchos años fue alcohólico, y que lo superó gracias a su mujer, que desde hace un par de años esta en una residencia porque tiene alzheimer y él no puede ocuparse de ella porque tiene que ocuparse de su nieto que perdió a sus padres y a su hermana en un accidente de tráfico hace seis meses. Pero también te dirá que a pesar de todo su sonrisa no es falsa, que con los años y todo lo vivido ha aprendido a apreciar las cosas buenas de la vida, y que sonríe porque estar con su nieto a todas horas es una bendición.
Después de analizar a todas las personas que os rodean lo intentará contigo. No le gusta hacerlo porque le parece una indiscreción, pero no puede evitarlo. Y tú lo sabes pero te da igual porque sabes que lo único que puede ver es lo contento que estás de haberle conocido. Y eso es lo más importante, todo lo demás que pueda ver te da igual.

25 nov 2009

Carlos

Todos los domingos por la mañana hacíamos lo mismo. A las 9 recogía a mi nieto Carlos en su casa, después íbamos a desayunar a la cafetería de la plaza. Yo café con leche, él leche sola y los dos churros. Después íbamos al mercado y recorríamos todos los puestos, uno por uno, pero siempre comprábamos en los mismos. Y por último, ya de camino a casa, parábamos en el quiosco y comprábamos el periódico para mi, y una bolsa de golosinas y un paquete de cromos de fútbol para él. Al llegar yo hacía la comida mientas él ayudaba a poner la mesa, y esperábamos a sus padres y a su hermana.
Pasábamos todas las mañanas de los domingos juntos y aunque siempre realizábamos el mismo recorrido con Carlos siempre había algo nuevo. Tenía 12 años, y síndrome de down.
Nunca dejó de sorprenderme la pena en los ojos de los que nos miraban, ni las miradas esquivas de quienes debían pensar que era un pecado mirarle, ni el propósito de la gente de consolar a sus padre cuando nació. Y no entendí nada de eso porque para mi no tenía sentido. Para mi mi nieto era el más maravilloso de los regalos. Era el niño más cariñoso y más agradecido que había conocido nunca. Era muy observador y siempre se portaba bien. Estaba contento con cualquier cosa, y cada día lo único que hacía era vivir feliz. Y eso era lo que a mi más feliz me hacía. Y yo, en vez de mirarle con pena, me centré en ser feliz con él, y en aprender de sus ganas de vivir.

6 nov 2009

Yo

Yo sólo quería que me conocieras y que supieras que lo que más me gusta en el mundo es escrbir. Antes sólo sabía hacerlo cuando estaba triste. Ahora ya he aprendido a escribir cuando las cosas van bien. Lo que más me gustaría es hacerlo bien, y ser escritora, y escribir un montón de libros, y saber qué piensa la gente cuando lee lo que escribo. Poder entetenerles, hacer que se enamoren de mis personajes, y q me lean por el simple placer de saber qué es lo que cuento.
También debes de saber que me encantan los helados, y que después de un helado siempre me apetece comer algo salado. Me encanta el chocolate, pero no puedo ni ver el chocolate a la taza, y que cuando me aburro me gusta cocinar aunque lo hago pocas veces. Me gusta mucho la tortilla de patata, y la pasta hecha de cualquier manera. Y casi siempre ceno ensaladas.
Por las noches siempre tengo miedo y a veces tengo que encender la luz cada dos segundos hasta que me relajo. Y no me duermo nunca sin darle las buenas noches en voz alta. A veces he intentado corregir eso, pero de momento no puedo, me sale solo. Por las noches soy muy friolera, pero me gusta dormir con pijama de verano y un edredón bien gordo para abrigarme. A veces saco un brazo fuera, para sentir el frío. Y si la cama está pegada a la pared me pido el lado de dentro.
Me gusta conducir. Con la música alta y cantando a voz en grito. También me gusta correr pero sólo lo hago si voy sola. Siempre me quito abrigos y chaquetas cuando conduzco, dejo el móvil y las llaves de casa a mano y abro un poquito la ventanilla.
Me gustan las canciones tristes y los libros o películas en las que hay un niño y una niña mejores amigos que tienen que separarse por cualquier motico me parten el corazón. Todos los días veo la tele desde la cama, y antes de ponerme a dormir leo. Siempre. También cuando salgo por la noche y llego a casa a las tantas.
Lo primero que hago cada día al despertarme es encender el ordenador y me voy a desayunar mientras se enciende. Después miro el correo y todas las cosas que sigo. Siempre las mismas. Después pongo música, hago la cama y me voy a la ducha. Y después a estudiar.
Yo creo que no soy mala persona, pero también te digo que quiero a muy pocas personas, el resto de la gente me es indiferente. Pero a las personas a las que quiero las quiero a morir. Y para siempre, da igual lo que pase. Pocas veces me enfado, pero cuando lo hago lo hago de verdad, y es muy difícil que perdone cuando llego a mi límite, cuando me hacen mucho daño. Sólo he perdonado algo que me ha dolido mucho una vez, y porque él era mi persona preferida. No creo que vuelva a hacerlo con nadie más. A pesar de todo esto no soy rencorosa, es solo que si pierdo la confianza en alguien no puedo volver a recuperarla. Pero no te preocupes, para llegar a este punto tienes que hacerme algo muy grave.
Me gusta mucho la gente sencilla, normal. Y odio que la gente quiera aparentar lo que no es, o que luzca demasiado lo que tiene. Me parece penoso. Pero lo que me parece más penoso de todo es la gente que se cree superior a los demás, eso no lo soporto. Y lo peor de todo es que no se dan cuenta de que la mayoría de las veces no tienen ninguna razónm. Yo lo sé, porque las personas más encantadoras que conozco son todo lo contrario, y porque a todos estos les dan cien mil vueltas. Y lo que más me gusta son las personas que hacen cosas importantes y las cuentan como si fuera lo más normal del mundo. En ese caso me alegro mucho de lo que han conseguido, y de conocerles. La gente así da gusto.
Nunca me pongo enferma pero la cabeza me duele bastante a menudo. Y las pocas veces que estoy mal no suelo quejarme demasiado. Eso lo aprendí jugando al baloncesto cuando me lesionaba y aunque me doliera un montón ponía buena cara y reía en vez de llorar. Mi entenador me enseñó muchas cosas, en parte por eso ahora soy como soy. Por él gané la confianza que ahora tengo en mi. Cuando íbamos perdiendo de 1 y pedía tiempo muerto y hacía una jugada para mí, o cuando nos acribillaban a faltas y me decía que el balón lo tuviera yo para tirar yo los tiros libres. Adoro a mi entenador porque además de eso también nos enseñó lo que era un equipo, a confiar en los demás, a ayudarnos, a separar lo que hacíamos de lo personal, a saber estar en el banquillo animando a las demás. De él también aprendí que para conseguir las cosas hay que esforzarse (o entrenar) y que si eres constante y tienes capacidad de sufrimiento puedes conseguir lo que quieras. Y él también me enseñó a escuchar, y a preocuparme por la gente que está a mi lado. Él me enseñó cada movimiento que hice dentro de una cancha de baloncesto, y también me enseñó cosas mucho más importantes. Él era de esas personas que hacen grandes cosas callando, era lo que veías, era bueno, y ahora, porque se lo merece, está en la ACB.
Como verás el baloncesto también es una parte muy importante de mi aunque ahora sólo veo los partidos de la selección. Todos. Aunque tenga que levantarme a las 5 de la mañana para verlos. ¿Sabes por qué dejé de jugar? Porque el último año tuve de entrenador una de esas personas a las que me refería un poco más arriba. Y yo a esas personas no las soporto, y no hay vuelta atrás.
Me gusta la playa, también en invierno. Me gusta que haga frío, abrigarme bien y dar un paseo por la playa. Eso me gusta hacerlo sola, pero si te convertes en una de mis personas puedes venir conmigo. Y odio el calor. Prefiero el frío, y en verano que haya brisa. No me gusta achicharrarme.
Normalmente me fío bastante de la gente y hablo de lo que sea esté quien esté delante. Por eso a veces me la juegan. Tengo que corregirlo. Generalmente no soy desconfiada, pero he aprendido que no todo el mundo tiene buenas intenciones.
Me encantan los niños pequeños, las niñas no tanto. Pero si sólo tengo hijos de un sexo prefiero que sean niñas. Y me gustaría tener hijos pronto, aunque sé que aun me quedan muchos años de estudio. Y me gustará vivir en una ciudad con mar, porque necesito verlo cada cierto tiempo. No puedo explicarlo pero el mar me relaja, y hace que esté tranquila. Me pone de buen humor.
Y ahora que sabes un poquito de mi espero que quieras seguir conociéndome. Porque yo sí que quiero conocerte a ti.

30 oct 2009

A veces te extraño tanto que no me queda más remedio que volver a escribirte

-Dame cuatro motivos para continuar que de los cuatrocientos que tenía yo ya no me queda ninguno. Con cuatro me vale.
-Muy bien. Empecemos... El primero es el más obvio, pero para ti creo que es el menos importante: porque él es la persona que más has querido en tu vida. Porque desde el primer día que le viste sabías que había algo especial en él, algo que iba a gustarte. Porque te pasaste un montón de tiempo pensando cómo podrías conocerle, y cada vez te inventabas una historia más disparatada, y tus ojos no paraban de brillar todas las veces que le conociste en tu cabeza. Porque llegó el día que le conociste, y desde el primer momento no paraste de repetir que tenías razón, que él era maravilloso. Y porque a medida que le ibas conociendo le ibas queriendo cada día más.
-Ya, pero es que con quererle ya no basta.
-El segundo motivo es tu forma de ser. Te conozco desde hace mucho tiempo, y si tuviera que describirte diría que eres una persona alegre, pero estaría mintiendo porque ahora ya no lo eres. Tú nos enseñaste a todos lo que era ser feliz, lo que era tener la sonrisa tatuada en la cara constantemente, lo que era estar siempre de buen humor. Cuando estabas bien con él eras alegría andante, eras ganas de vvir. Es como si desde que estáis así estuvieras apagada, ahora parece que haces esfuerzos por estar bien. A ratos te olvidas, y eres tú otra vez, pero otras veces es como si estuvieras por estar, te ríes pero no se te ilumina la cara.
-Ya, siempre lo digo, él me hacía sentirme bien, me hacía pensar que todo estaba bien. Daba igual lo malo mientras él estuviera cerca para escucharme, para abrazarme... Este ha sido un buen motivo, él me hacía feliz. Era mi persona, era mi mejor amigo.
-¿Ya estás convencida?
-No, sigue. Que yo le necesite para estar bien no es suficiente. No puedo estar siempre detrás de él para poder ser feliz.
-Porque te encanta su voz, y te encanta escucharle. Porque si tienes que vivir sin saber que es de él te morirías de pena. Porque te encantaría que te contase sus problemas para poder ayudarle y porque te encantaría que te contase sus alegrías para poder escuchar de nuevo su risa. Porque le conoces tan bien que sabes qué mirada acompaña a cada tono de voz, o a cada expresión, o a cada carcajada. Y porque tú también tienes una sonrisa preparada para cada una de sus frases
-Pero es que no vale que yo quiera escucharle si él no quiere hablarme.
-No te preocupes que para eso tengo el cuarto motivo, y no tiene nada que ver contigo. Mi cuarto motivo es que los tres anteriores, y todos los que faltan hasta llegar a tus cuatrocientos, también se los puedes aplicar a él. Tú también eras su amiga, él también estaba contento cuando estaba contigo, a él también le gustaba escucharte, y ayudarte en tus problemas o reírse contigo, a él también le caíste bien, y le gustaba cómo eras, él también te quiso muchísimo... Tú piensas que no vas a tener nunca un amigo como él, y probablemente será así, pero lo cierto es que él tampoco va a volver a tener nunca una amiga como tú. Y por eso tienes que continuar, y él también.
-¿Y si él no piensa así? ¿Y si no quiere?
-Sí que quiere.

4 oct 2009

El médico

Después de dos meses cuidando de mi hermana podía afirmar, sin ninguna duda, que él era el médico más atractivo del hospital. Desde el accidente en el que mi hermana había quedado en coma durante casi mes y medio yo había dejado a un lado mi vida para estar todo el día a su lado esperando a que se despertara, y observarle a él había sido mi única distracción durante todo ese tiempo. Ahora sabía que por las mañanas no estaba de muy buen humor, y que sólo a partir del tercer café las enfermeras empezaban a dirigirse a él sin miedo a recibir una mala contestación; que los lunes, martes y jueves salía puntual para ir al gimnasio y que el resto de los días no le importaba terminar su turno más tarde; y que cada vez que estaba ante un caso complicado o tenía que dar malas noticias a los familiares de algún paciente tenía la manía de recorrer el pasillo varias veces tirando y recogiendo una pequeña pelota saltarina hasta reunir el valor suficiente para enfrentarse a las dificultades.
Estuve observándole durante mes y medio y no escuché el sonido de su voz hasta que mi hermana despertó y él se hizo cargo de ella. Entonces supe más cosas como que pasaba dos fines de semana al mes con sus hijas. Con Laura, que tenía dieciséis años y se estaba convirtiendo en una mujercita tan insoportable como su madre; y con Julia, que a sus diez años recién cumplidos era la personita más adorable del mundo. También supe que llevaba cuatro años divorciado, cosa que me alegró bastante, no puedo negarlo; y que su comida preferida y su gran especialidad eran los espaguettis. Durante estas dos semanas e ido sabiendo muchas más cosas de él, y no ha habido ninguna que no me haya gustado. Me gusta su forma de colocarse el pelo mientras se ve reflejado en las ventanas, me gusta que su segundo café de la mañana lo tome conmigo después de su visita rutinaria a mi hermana, me gusta que ahora va media hora más tarde al gimnasio para despedirse de mi antes de marcharse, me gusta lo que dice sobre la recuperación de mi hermana, y me gusta que diga que cuando le de el alta quiere seguir viéndome. Me gusta cómo me mira después de decirme que este fin de semana está libre y que me invita a cenar mientras espera mi respuesta, me gusta mirar su espalda mientras acaba de preparar la cena (espaguettis, claro) y me gusta celebrar con él que mi hermana ya está bien. Pero lo mejor de todo, lo que más me gusta, es saber que aún me quedan un montón de cosas buenas por descubrir en él.

19 jul 2009

Cuentacuentos

"Cada vez huye más de los vivos, cada vez habla más con los muertos"

Cada vez fuxe máis dos vivos,
cada vez fala máis cos mortos;
dende a túa partida ten o amor ferido,
e ninguén lle procura consolo.

Ten morriña de ti, tristeza infinita,
cada día recorda os teus contos;
xa non poderán animala,
as vágoas colman os seus ollos.

Cada vez fuxe máis dos vivos,
cada vez fala máis cos mortos;
día tras día berra, furiosa,
pero xa ninguén a escoita.


[Cada vez huye más de los vivos,
cada vez habla más con los muertos;
desde tu partida tiene el amor herido
y nadie puede consolarla.

Tiene "morriña" de ti, tristeza infinita,
cada día recuerda tus cuentos;
ya no podrán animarla,
las lágrimas colman sus ojos.

Cada vez huye más de los vivos,
cada vez habla más con los muertos;
día tras día grita, furiosa,
pero ya nadie la escucha.]

10 may 2009

Mi terapia siempre serás tú

No se cómo llegó, pero tu nombre estaba ahí, dando vueltas en mi cabeza.Ya llevábamos diez días de lo que habíamos acordado llamar "terapia", y de repente vi la solución. Desde el primer momento nos dijeron que ellos no podían ayudarnos más que a saber mirar dentro de nosotros, a descubrir por qué habíamos decidido tomar ese camino en vez de volver a casa y dar todo por concluido.Para algunos la razón era algo que les había pasado, para otros no volver a su vida, para otros un futuro lejos de aquí... Para mi eras tú, porque tú eras mi persona. Y yo sola no me habría dado cuenta de esto nunca. Para ello necesité venir aquí, y dormir en una celda completamente blanca y solamente con un colchón en el suelo y un montón de folios en los que teníamos que recoger todos nuestros pensamientos. En esa época de mi vida yo ya no pensaba, nada me importaba, había visto demasiadas cosas horribles, y mis hojas estaban llenas de dibujos. También había necesitado de esas personas que pasaban por los pasillos y nos llevaban a las clases. Personas también vestidas completamente de blanco de las que sólo veíamos sus ojos. Pero, sobre todo, había necesitado escuchar las historias de mis compañeros. Luis había venido porque no quería volver a su casa, o más bien a los escombros que quedaron de su casa después de que la incendiara; Marta quería irse lejos, pero aun no estaba preparada para no volver a ver a su hija; Julia quería ser artista, pero había elegido el mal camino, y ahora había perdido la ilusión por la vida; Carlos llevaba meses sin poder dormir, y veía peligro por todas partes... Y yo no sabía por qué no había vuelto a casa y seguía aquí. En un búnquer aislado en un país totalmente destrozado y desierto. Y sedada e incomunicada la mayor parte del día. Hasta que al final tu nombre volvió a mi cabeza, y comprendí que no quería volver por miedo a que tu me hubieras sacado completamente de tu vida. Y porque no tenía fuerzas de volver a aparecer hasta estar mejor, y poder hablar contigo, y salir a dar un paseo, sin tener que mirar a todas partes a ver si nos perseguían. Porque tú eso no lo soportarías.

20 abr 2009

Y ahora vamos a limpiar tus heridas

- Quizá sea tarde, pero aún tengo la pistola en el bolsillo -dijo Marcos mirando al suelo esperando que su amiga no estuviera enfadada por su retraso.
Susana no contestó. Levantó la camiseta de su amigo y vio todos los moratones y arañazos que tenía en la espalda. Aguantándose las lágrimas cogió la bolsa de globos de agua del segundo cajón de la mesa, apretó fuerte la mano de su amigo, y se lo llevó al jardín.

31 mar 2009

Y todo va a ir bien. Contigo

"Cuando ya no supiéramos de qué hablar, nos acurrucaríamos en un rincón a dormir abrazados", y todo iría siempre bien, porque siempre estaríamos juntos. Tú me acariciarías el pelo mientras pensamos en qué contarnos, porque ya lo sabemos todo el uno del otro. Y entonces yo me inventaría que desde la ventana de la sala de café de la segunda planta del edificio donde limpio se puede ver el mar, y que si abres las ventanas y aspiras fuerte incluso huele a playa. Y después planearíamos que el próximo fin de semana iremos a dar un paseo por la orilla del mar. Y así, imaginando días felices, seríamos capaces de pasar otro día más. Y tu preocupación porque no encuentras trabajo se pasaría cada vez que yo te abrazara, y mi cansancio y mis manos secas por estar todo el día limpiando se pasarán con tu sonrisa. Y cuando ya no supiéramos cómo alegrarnos el uno al otro solamente tendríamos que mirarnos, y pensar en todo lo que hemos pasado, y en todo lo que queremos hacer cuando nos vaya mejor. Y por las noches te acostarías a mi lado, y me pedirías que te leyera en alto algún trozo del libro que esté leyendo en ese momento mientras apoyas la cabeza sobre mi barriga, olvidándote por un momento que lo que está allí es un problema más. Y mientras me retiras el pijama y me besas la tripa hablas de que seguro que es niño, y que todos los domingos te levantarás tú cuando llore y me traerás el desayuno a la cama. Y entonces te ríes, y piensas que mañana seguro que encuentras trabajo. Y dices que dentro de poco podré dejar de trabajar hasta tan tarde y tendremos más tiempo para los dos. Y tendremos más cosas bonitas y alegres de las que hablar, sin tener que imaginarlas. Y me dices que dentro de un tiempo no tendré que seguir fregando oficinas y podré acabar la tesis a la que tanto tiempo he dedicado, y que veré el mar desde la ventana de la habitación de la casa que nos encantaría tener, con el niño que ya viene de camino, y contigo. Sobre todo contigo.

22 mar 2009

El invierno te trae a mi

"El invierno trae el gris de un cielo húmedo y una ciudad hastiada". Y, sin embargo, tú eras capaz de iluminarlo todo con tu mirada y hacer que sea mi época preferida del año. Sobre todo, porque me habla de ti y me trae tus recuerdos. Me trae tu olor cuando salías de la ducha; me trae tu voz y la mantiene a mi lado mientras pasan los días; me trae la negrura de tu pelo, y las caricias de tu barba; me trae tu sonrisa y me hace poner buena cara a la lluvia; y tus abrazos, que me ayudan a soportar el frío; me trae tu atención, que acompaña a cada uno de mis movimientos; y tu calma, que hace que todos los problemas desaparezcan; me trae tus manos en los bolsillos traseros de mi pantalón, para sentirte cerca y no tener miedo a nada; me trae el hueco de tu cuello, para poder acomodarme en él y respirar de ti cada vez que me haga falta; me trae tu mirada, cálida, cómplice, sincera, para darme tranquilidad y hacerme sentir bien; y me trae tu cuerpo, que me proporciona un montón de calor.
El invierno es la época del año que más me duele, porque siempre te trae a mi. Y porque para mi, el gris del cielo sólo cesa cuando me acompaña tu sonrisa.

22 feb 2009

¿Y tú te acuerdas alguna vez de mi?

"Los conserjes de noche cuidan de los hostales" y todas las camareras que quisieron escuchar... Era mi canción preferida y una vez más la canturreaba en el coche camino a tu casa, contigo a mi lado. Yo cantaba, y tú llevabas el ritmo de la música golpeando con tus dedos en tu rodilla. Y aunque parezca una estampa bien simple y común, ése era mi momento del día preferido. Y el que más echo de menos. Y en esa situación, en la que sólo estábamos tú, yo y esa canción, todo iba bien, y yo era plenamente feliz.
Después llegábamos a tu casa, demasiado rápido, y te despedías de mi y te bajabas del coche. Pero tu sonrisa se venía conmigo, me acompañaba a casa y me arropaba cuando me metía en cama. Dormía a mi lado y me hacía soñar contigo, y al día siguiente me levantaba, me abría el grifo de la ducha y me preparaba el desayuno; se montaba conmigo en el coche y al acercarnos a tu casa iba desapareciendo para volver a ocupar su lugar en tu cara. Junto a tu lunar, para hacerse irresistible, y obligarme a hacer un esfuerzo inhumano para no besarte.
Las despedidas y los saludos variaron mucho a lo largo del tiempo. Al principio eran tímidos, y muy bajitos, porque no sabían muy bien el sentido que tenían, ni la razón por la que yo estaba debajo de tu casa o tú dentro de mi coche. Con el tiempo se hicieron más cariñosos, e incluso cómplices, y los saludos se convirtieron en mucho más alegres que las despedidas. Y, de repente, los "holas" y los "adioses" se llenaron de besos, y entonces las despedidas fueron más largas y más tristes que nunca. Y, finalmente, desaparecieron. Así, de golpe. De la forma más dolorosa posible, casi sin sentido, sin explicación, y muy de sorpresa. Y no había "holas", y las poquísimas despedidas que quedaron casi fueron con el coche aun en marcha. Tu sonrisa me abandonó, y mis ojos ya no despegaban la vista del frente porque les parecía tremendamente cruel tener que ver lo que estaba pasando. Ya no había sonrisas, ni complicidad, ni ganas de saludarse, ni pena en las despedidas. Ya no había nada, y mi coche y nuestra canción se quedaron sin nuestra compañía. Nos subíamos a un coche que se sabía de memoria el camino a tu casa e iba solo hacia ella, y una canción que se repetía una y otra vez con el ritmo perdido, y esperando mi voz. Y nos quedamos vacíos, e irreconocibles, pero quedó algo de nosotros en esos lugares, en todas esas esquinas que solíamos doblar. Y aunque tus palabras se quedaron completamente vacías, y yo no quería escucharte, sabía que algo tendrían que contar los escalones con pantalones arrastrados por el suelo, algo el asiento trasero que me ofrecía tu coche, y el humo del cenicero que acabó por rebosar... E igualmente sabía que no iba a ser capaz de pasar por ciertos sitios sin recordarte, de girar hacia mi casa en vez de ir hasta la tuya, y me sentaba fatal cada vez que te subías en un coche que no era el mío para irte a casa, porque claro, era mucho más agradable estar con otra persona que conmigo. De lo que no me di cuenta hasta bastante más tarde, cuando los lloros cesaron y empecé a esforzarme por estar bien, fue de que debajo de tu casa, donde había pasado tantas horas los últimos meses, se quedó lo mejor de mi. En ese momento, en el que todo era tan difícil y para mi menos te lo merecías, fue cuando te regalé mi sonrisa. Porque ahora te iba a hacer falta a ti que alguien te abrigara por las noches, te preparara un zumo de naranja por las mañanas, y te cuidara. Y la verdad es que la necesitaste mucho más de lo que yo esperaba, porque ya hace mucho tiempo de aquéllo, y yo aun hace relativamente poco tiempo que recuperé la sonrisa de forma permanente.
Te quise tanto que a veces aun me resulta difícil darme cuenta de que no estás, de que ya no voy a verte en unas horas, ni en unos días, de que ya no voy a recibir un mensaje tuyo de buenas noches, de que no puedo enseñarte lo que te escribo, de que ya no puedo hablar contigo de cosas que me gustaría, de que ya no tiene sentido que te cuente nada, de que probablemente ya no te acuerdes nunca de mi, de que ya no quiero ir a los sitios en los que sé que puedo encontrarte, de que ya no vas a escuchar las canciones que me gustan, de que ya no voy a saber las cosas que te pasan.
Y te sigo queriendo tantísimo, que haber llegado a esta situación me hace morirme de pena. La suerte es una ramera de primera calidad...


14 feb 2009

Vuelve

"Los países enfermaron de guerra y comenzaron a vomitar sangre", y tú estabas en medio de todo eso. Y a mi, lo único que me preocupaba, era que tú estuvieses bien.
Yo llevaba días pegada a la pantalla de la televisión viendo los últimos acontecimientos a través de tu cámara. Y sufriendo porque cada vez iba todo peor. Maldije mil veces el día en que un amigo común me había comunicado tu último destino. Estaba mucho más tranquila pensando que todas esas horribles imágenes las había grabado otro, y que tu estabas en tu casa, descansando, fuera de peligro.
Hacía demasiado tiempo que no teníamos ningún tipo de relación. Me acuerdo perfectamente del día que te pedí que salieras de mi vida, que no te iba a permitir que me hicieras daño ni una vez más. Pero probablemente ahora era la persona que más se preocupaba por tu vida.
Eras reportero de guerra, tu gran sueño, pero también mi mayor pesadilla. Nunca me planteé ni intentar cortarte las alas. Tú te merecías conseguir cualquier cosa que quisieras. Pero siempre deseé que no lo consiguieras. Tú eras demasiado valiente. Sabía que siempre serías el que más arriesgaría, el que tardaría más en ponerse a salvo, el que se acercaría más al peligro.
Esa noche había soñado que me despertaba a tu lado, y que te cuidaba y protegía. Que te tapaba los oídos cada vez que se producía un estruendo cerca para que no recordaras las bombas, ni nada de lo que habías vivido. Por eso ese día estaba más sensible, porque aunque ya no te quería, y aunque bajo ningún concepto habría querido volver contigo, deseaba que nada malo hubiera pasado entre nosotros y que hubiéramos vivido unas vidas totalmente distintas. Por eso, en el momento en que vi tu cámara rodar por el suelo para luego quedarse sin imagen, una sensación horrible de angustia me recorrió todo el cuerpo, y el pensamiento de que todo podía ir mal me impedía respirar. Habías desafiado demasiadas veces a la muerte, y esta vez estaba casi segura de que no ibas a salir airoso. Me quedé inmóvil, con la vista fija en los puntos negros y blancos de la pantalla de la televisión esperando escuchar una noticia esperanzadora. Pero nadie dijo nada, no se sabía qué había sido de ti, no podían conectar contigo. Tu nombre no fue noticia hasta unas horas más tarde. Saliste en todos los informativos. Estabas muy guapo en la foto que sacaron, y sonriente, y agarrado a tu inseparable cámara. La misma que te había acompañado hasta el día de tu muerte.

28 ene 2009

La luna de sus ojos

La luna estaba zurcida al techo. Su reflejo era tan claro que a Liesel no le suponía ningún esfuerzo imaginar que la tenía casi al alcance de la mano. Era eso lo que le ayudaba a seguir adelante, poder imaginar y casi sentir que estaba afuera, que si levantaba la vista realmente podría ver la luna sobre ella, no aquel techo despintado y vacío. Ahora los rayos de la luz de la luna se colaban a través de las rejas del pequeño ventanuco que estaba tan alto que suponía que no llegaría a él ni de pie. Pero eso no podía saberlo con certeza. En la habitación en la que estaba, además del ventanuco con rejas y la luz de la luna, que en ese momento tenía la misión de darle fuerzas para sobrevivir y tener la esperanza de poder salir de allí, solamente había un olor a humedad asfixiante, una cama vieja, y una niña de aproximadamente dieciséis años con el cuerpo completamente amoratado y lleno de golpes y las manos y los pies atados a las patas de la cama. Pero esa niña tenía una fuerza y un coraje fuera de lo normal, y era capaz de sacar fuerzas de donde ya no le quedaban. Y esa noche, con la única compañía de la luna había confiado en que la encontrarían y la sacarían de allí antes de que aquel desgraciado volviera y le robara un poco más de su vida. Porque sabía que la estaban buscando, y que aun le quedaban muchas lunas por ver.

19 ene 2009

A la contra

Tengo un amigo escritor al que le gusta llevar la contra. Siempre. Y dice que es porque le duele el alma. Es su venganza por todo el daño que le han hecho en la vida. Siempre va en contra del mundo, para no dar la razón a nadie, para no pensar como nadie, para que nadie se encariñe con él. Es lo que sabe hacer: cerrarse a la gente. Llevarles la contraria aunque sepa que ellos tienen razón. Ir en contra de todo con sus palabras, sus pensamientos, su forma de actuar... Si todo va bien, a él le va mal. Si todo va mal, a él le va de maravilla. Las injusticias para él siempre son justificadas; y frente a lo justo siempre encuentra un motivo para protestar. Ante el amor sólo se despierta en él el odio, y frente a la amistad él prefiere la soledad. Y sólo cuando es odiado y está solo es capaz de sentirse bien. Ante cualquier muestra de afecto se muestra arisco y le sobran segundos para escupir una de sus perlitas y dejarnos a todos boquiabiertos. Y como no conoce mejor forma de expresar su inconformismo con todo ha decidido escribir. Y es bueno. Muy bueno. Porque aunque él no lo sepa, ahora está de moda ir a la contra. Y él no es el único que ha sido herido y quiere cerrarse a al gente para no volver a sufrir.

12 ene 2009

Estamos marchitos

Una tras otra las flores se fueron marchitando mientras yo me daba cuenta de que ya no quedaba nada de tu amor. Era el último de los ramos de rosas que todos los 17 de marzo llegaban a mi casa con una nota en la que cada vez ibas sumando un año más a mi lado. Este año ya ni siquiera me había echo ilusión su llegada, y tu nota aun estaba sin abrir encima de mi escritorio. Este año no te llamé al recibirlo, ni me emocionaba cada vez que miraba las flores, ni me morí de ganas de abrazarte. Este año las flores no tenían el mismo sentido de siempre. Este año olían a despedida.
Una tras otra las flores se fueron marchitando mientras nos marchitábamos nosotros también. Poco a poco, con cada flor que moría, fueron desapareciendo las cualidades y pequeños detalles que nos gustaban del otro. Primero se fue tu capacidad para hacerme sentir bien, después tu confianza, después tu saber estar, después tu sonrisa... Y con ellas te llevaste mi alegría, mis ganas de quedarme trabajando de madrugada para poder estar libre al día siguiente para ti, mi cariño, mis caricias, mis ganas de verte... Nos fuimos muriendo a la vez que las flores sabiendo que estábamos llegando a un punto en el que no habría solución y decidimos esperar. Nos faltaba el oxígeno igual que el agua a las flores, y veíamos el final sin hacer nada por alejarlo. Y la última flor, la que más aguantó, acabó por llevarse mis ganas de quererte.