1 feb 2010

01022010 (o al revés)

Conduje por la costa, por ese camino que tantas veces había recorrido contigo. Tú y el mar. Parecía que te faltaba el aire si no os veíais a menudo. Pero esta vez el viaje era distinto, faltabais tú y tu sonrisa a mi lado y yo llevaba los ojos desbordados de lágrimas, pero no me hacía falta ver, mi coche se sabía el camino de memoria, y si en ese momento me hubiera salido de la carretera tampoco me habría importado.
Al llegar salí corriendo del coche y bajé saltando por las rocas, ahora tú no podías verme y no tendrías miedo de verme caer, y me acerqué al mar, me metí hasta la cintura mientras las pocas fuerzas que me quedaban salían de mi en forma de lágrimas, y le grité al mar que te ayudara, que él tampoco podría estar sin ti. Después salí y me dejé caer en la arena, y te vi allí apenas un mes antes, el último día que fuimos a la playa. Hacía un montón de frío y estaba desierta, pero tú eras la ariesina más testaruda que había conocido y te empeñaste en ir a la playa. Me tuviste que prometer mil veces que ibas a abrigarte, y no dejabas de repetir que si no íbamos no ibas a tener fuerzas para salir de la cama y te quedarías allí todo el día. Siempre conseguías lo que querías, con esa carita quién te iba a negar algo. Pero lo habías pasado tan mal que yo no podía evitar estar todo el día muerto de miedo por si el hígado que te habían puesto de forma temporal te volvía a fallar. Y así había sido, días después de nuestro último viaje a la playa volviste a estar mal, y ya no habías salido del hospital,y yo no pude dejar de odiarme por dejar que ese día te cogiera al frío, pero por un rato habías sido tan feliz envuelta en una manta, con tu plumífero y mi cazadora por encima, y la bufanda y el gorro, sólo se veía tu narizita, pero aunque no la viera sabía que por ahí también estaba tu sonrisa. Yo esperaba sentado en la arena, cerca de donde estaba ahora, y tú te habías acercado a hablar con el mar, y después te sentaste a mi lado, apoyando la cabeza en el hueco de mi hombro que tan bien se había amoldado a ti y que tanto te echaba ahora de menos.
Todo se había complicado y tú estabas muy débil, y por mucho que pensara que tu cabezonería haría frente a tu debilidad, los médicos lo habían pintado todo muy negro. "En tres días tenemos que conseguir un hígado compatible" Y estábamos en el tercero, y aunque estabas la primera en las listas el hígado no llegaba. ¿Tenías que tener el grupo sanguíneo del que menos gente había? Hasta en eso eras especial.
Y aquí estaba yo, que había huído del hospital como un cobarde, pero no podía verte así. Llevabas unos días sedada y era como si no fueras tú. No se escuchaba tu risa, ni tu vocecita pidiendo que te contara un cuento, ni salía tu sonrisa al recibir mis mimos. Así que tuve que salir de allí, y vine a verte al mar. Sabía que si te ibas antes pasarías por aquí a despedirte de él.
No sé el tiempo que pasé allí, pero ya era de noche y tenía volver. Aunque no te lo creas sonreí un poco al pensar que me habrías reñido por no haber comido nada en todo el día. Ya sabes que soy un desastre.
Entré en el coche, que estaba congelado porque lo había dejado abierto, y al sentarme vi una lucecita en el móvil. Ni siquiera me había dado cuenta de que lo había dejado allí, no me había ni extrañado de no tener noticias, yo y el mar... Me había aislado completamente de todo. Tenía un montón de llamadas, todas de tu hermana. Seguro que ahora estaba preocupada. Tu hermana mayor que siempre te había cuidado hacía tiempo que también tenía que cargar conmigo, y cuidarme a mi también. Sin ella creo que nunca habría conseguido llegar hasta aquí, yo no soy tan fuerte. Pero también había un mensaje "Vuelve, al salir del quirófano querrá verte" Y entonces conduje otra vez a toda velocidad por la costa, y ahora en compañía de mi sonrisa y con fuerzas renovadas, y con muchas ganas de contarte que el mar te estaba esperando con una gran fiesta de olas para cuando volvieras.