4 oct 2009

El médico

Después de dos meses cuidando de mi hermana podía afirmar, sin ninguna duda, que él era el médico más atractivo del hospital. Desde el accidente en el que mi hermana había quedado en coma durante casi mes y medio yo había dejado a un lado mi vida para estar todo el día a su lado esperando a que se despertara, y observarle a él había sido mi única distracción durante todo ese tiempo. Ahora sabía que por las mañanas no estaba de muy buen humor, y que sólo a partir del tercer café las enfermeras empezaban a dirigirse a él sin miedo a recibir una mala contestación; que los lunes, martes y jueves salía puntual para ir al gimnasio y que el resto de los días no le importaba terminar su turno más tarde; y que cada vez que estaba ante un caso complicado o tenía que dar malas noticias a los familiares de algún paciente tenía la manía de recorrer el pasillo varias veces tirando y recogiendo una pequeña pelota saltarina hasta reunir el valor suficiente para enfrentarse a las dificultades.
Estuve observándole durante mes y medio y no escuché el sonido de su voz hasta que mi hermana despertó y él se hizo cargo de ella. Entonces supe más cosas como que pasaba dos fines de semana al mes con sus hijas. Con Laura, que tenía dieciséis años y se estaba convirtiendo en una mujercita tan insoportable como su madre; y con Julia, que a sus diez años recién cumplidos era la personita más adorable del mundo. También supe que llevaba cuatro años divorciado, cosa que me alegró bastante, no puedo negarlo; y que su comida preferida y su gran especialidad eran los espaguettis. Durante estas dos semanas e ido sabiendo muchas más cosas de él, y no ha habido ninguna que no me haya gustado. Me gusta su forma de colocarse el pelo mientras se ve reflejado en las ventanas, me gusta que su segundo café de la mañana lo tome conmigo después de su visita rutinaria a mi hermana, me gusta que ahora va media hora más tarde al gimnasio para despedirse de mi antes de marcharse, me gusta lo que dice sobre la recuperación de mi hermana, y me gusta que diga que cuando le de el alta quiere seguir viéndome. Me gusta cómo me mira después de decirme que este fin de semana está libre y que me invita a cenar mientras espera mi respuesta, me gusta mirar su espalda mientras acaba de preparar la cena (espaguettis, claro) y me gusta celebrar con él que mi hermana ya está bien. Pero lo mejor de todo, lo que más me gusta, es saber que aún me quedan un montón de cosas buenas por descubrir en él.

6 comentarios:

Rebeca Gonzalo dijo...

Amor en estado puro. Eres una maga de las letras cuando se trata de hablar de historias tiernas y románticas. ¡Enhorabuena!

Reithor dijo...

Y sin proponérselo, la arañita fue tejiendo su red... Ese era un cuento que me contaron de pequeño :)

Anónimo dijo...

¡Qué romántico!

Está perfecto, me gusta la ilusión del final y el paso a paso de ese amor... ¡qué bonito!

Emma Grandes dijo...

Me gusta... Me gusta que no botara la pelota, dando vueltas por el pasillo, antes de entrar en la habitación de tu hermana. Tenía ese miedo; el miedo de que le vieras botando la pelota e intuyeras lo peor. Es lo malo de conocer tan bien a las personas, de fijarse en esos pequeños detalles.
Me gusta este relato y me gusta tu blog. Ya tienes una seguidora más.
Besos

Esther dijo...

¡Qué suerte que tiene ella! Ahora lo que hace falta es que acaben unidos para siempre; tantas parejas hay hoy en día que se separan... y eso es muy triste.

¡Genial y super romántico!

Saluditos.

Pugliesino dijo...

La historia va retrocediendo al mismo tiempo que avanza. ¡Es fantástico! Y el final no es sino el comienzo de tantas cosas buenas que le quedan por conocer frente a tantas que fueron sucediendo.

Enhorabuena!