26 ene 2010

Tú y yo nos conocemos

-Tú y yo nos conocemos. Tu historia ya me la sé, me la has contado mil veces. Igual no con tu voz, ni con tu cara, pero siempre es lo mismo, cambiais pequeños matices y ya por eso consideráis que sois únicos, que vuestra historia es la peor y que vuestros actos tienen justificación. ¿Esta vez qué es? ¿Cuál es la excusa? ¿Falta de cariño y ganas de llamar la atención? ¿Crecer antes de tiempo y tener que hacerte cargo de cosas que no te corresponden? ¿Creer que puedes hacer siempre lo que te de la gana? ¿O simplemente fastidiar a los demás? ¿Crees que tu mierda de vida justifica el daño que causas en los demás? ¿De verdad te sientes mejor dejando a esa señora caída en la calle por el tirón que le has dado a su bolso, o dándoles patadas a todas las papeleras y espejos retrovisores que encuentras a tu paso? ¿Con eso qué arreglas? ¿De verdad crees que tienes que hacer cosas como estas para que alguien se fije en ti? ¿Para que alguien como yo dedique un poco de su tiempo a hablarte para intentar convencerte de que la vida es mejor que eso, para que alguien por un momento se preocupe por ti? ¿Y ahora qué? Ya he hecho mi trabajo, te he dado la charlita, en unos minutos puedes irte ¿y qué va a ser lo próximo? ¿Una pelea, un atraco, más destrozos? Volverás aquí, volveremos a hablarte, y volverás otra vez a hacer lo mismo. Porque cuando cruces esa puerta todo va a ser como siempre, nadie te quiere, nadie te dice lo que tienes que hacer, nadie intenta ayudarte, porque tú no les dejas, porque antes de que digan nada ya estás sacando toda tu furia y no les dejas hablar, porque cuando intentan ponerse delante de ti y hablarte te levantas y te vas dando un portazo, porque cuando intentan mostrarte algo de cariño con una caricia o un beso tú reaccionas con un manotazo y no dejas que nadie se te acerque.
No quiero volverte a ver por aquí, quiero que dejes que la gente te quiera, y que se preocupen por ti todos los días. No quiero que vuelvas a necesitar sentarte delante de mi y recibir mi atención apenas diez minutos. Tú te mereces esa atención de forma continua. Depende de ti querer recibirla.

Treinta minutos después a cuatro manzanas de distancia suena el timbre en una casa. La anciana que vive allí al abrir la puerta se encuentra de frente con el joven que horas antes la había dejado tirada en el suelo, y sin darle tiempo a decir nada ve que el chico le entrega su bolso y sale corriendo.
Al día siguiente, en ese barrio de todas las papeleras sale un clavel, y en todos los retrovisores que todavía quedan en pie, hay un lazo color rojo con una inscripción que deja a todos los conductores asombrados y sin entender nada: "A partir de hoy me voy a dejar querer"

3 comentarios:

Spican dijo...

Cambio radical :s

Saludos

Pugliesino dijo...

Precioso relato Paula, en breve espacio reflejas un puzzle de causas y consecuencias,de fondos y de formas,de quien se aisla y de quienes aislan,de quien quiere ayudar y de quien no sabe pedirla.
El final es buenísimo! Sin duda hubo reacción. Que el barrio sepa apreciarla.

¡La revolución de los claveles! :)

Un abrazo!

Anónimo dijo...

Ojalá fuera asi para todas esas personas que van haciendo daño por ahí. Pero si no son buena gente... no hay nada que hacer.